Conocida como la enfermedad del olvido. Afecta a un 6% de los mayores de 60 años a nivel global.La práctica regular de ejercicios aumenta la producción de neurotransmisores claves para nuevos aprendizajes y optimizar la función cognitiva. Mejora la capacidad de calcular, planificar, memorizar y atender.
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“La práctica regular de actividad física adecuada a las capacidades individuales y situación de las personas de todas las edades es una herramienta de salud pública muy útil para prevenir enfermedades degenerativas neurológicas como la Enfermedad de Alzheimer (EA), desde tempranas edades y continuar luego para ralentizar su evolución”, señala la doctora Mirta Ortiz, de Promoción de la Actividad de la Dirección de Vigilancia de Enfermedades No Transmisibles, en el Día Mundial de Lucha contra la enfermedad de Alzheimer (EA) recordada cada 21 de septiembre.
Se estima que hoy en día, más de 30 millones de personas en el mundo tienen algún tipo de demencia y se espera que esta cifra se eleve hasta 80 millones para el 2040. Dentro de estas cifras se halla la enfermedad de Alzheimer que afecta a alrededor de un 6% de los mayores de 60 años.
La Organización Mundial de la Salud define al Alzheimer como “una enfermedad cerebral primaria, de etiología desconocida, que presenta rasgos neuropatológicos y neuroquímicos característicos. El trastorno se inicia generalmente de manera insidiosa y lenta, evolucionando progresivamente durante un periodo de años”.
El Alzheimer es considerado el tipo de demencia más común, siendo la neurodegeneración progresiva, irreversible y caracterizada por déficits cognitivos como amnesia, discapacidad para realizar tareas encomendadas (apraxia), para reconocer los objetos, personas, sonidos, olores (agnosia o discapacidad sensorial), discapacidad para hablar (afasia), y es lamentablemente una de las causas principales de muerte en las personas mayores.
En el año 1906, Alois Alzheimer describió por primera vez la enfermedad que posteriormente llevaría su nombre. Pasaron más de cien años desde entonces y hoy día se considera que la práctica regular de actividad física es uno de los pilares primarios para su prevención y retardo en su eventual aparición.
La pandemia del COVID-19 agravó la situación de las personas con Alzheimer a nivel mundial, debido al confinamiento total o parcial, una nueva situación que no son capaces de comprender. Este cambio de vida en los afectados se traduce en agitación, incremento de los problemas conductuales y aceleración en la degeneración o evolución de la demencia. De ahí surge la imperiosa necesidad de impulsar con más insistencia la práctica de actividad física como parte del tratamiento no farmacológico para un tratamiento más efectivo.
¿Cómo actúa favorablemente el ejercicio físico para prevenir la EA, retrasando su comienzo, enlenteciendo su progresión y, por ende, mejorando la calidad de vida del adulto mayor afectado de EA?
La doctora Ortiz cita algunos de los beneficios más resaltantes de la práctica regular de actividad física:
1. Disminuye la formación de placas neuríticas por acumulo de proteínas anormales como la amiloide y Tau que frenan una buena función neuronal.
2. Incrementa el flujo sanguíneo cerebral, garantizando un aporte adecuado de oxígeno al cerebro.
3. Mejora los niveles de glucosa en sangre y la utilización de la insulina por las neuronas.
4. Aumenta la producción de neurotransmisores como la acetilcolina y otro conocido como Factor neurotrópico derivado del cerebro (FNDC) clave para nuevos aprendizajes y mejor función cognitiva.
5. Reduce el nivel de marcadores proinflamatorios generados por el avance de la edad y mejora en la resolución de tareas cognitivas por ejemplo: calcular, planificar, memorizar y atender.
Recomendaciones sobre la práctica de ejercicio físico para personas con EA
• La combinación de ejercicio aeróbico, fuerza, equilibrio y flexibilidad (ejercicios multimodales) han sido muy efectivos.
• La frecuencia semanal debe ser de 2 a 3 sesiones a la semana.
• Una duración de una hora de intervención, se han presentado como una buena opción.
• En cuanto a la extensión en el tiempo de la práctica de ejercicios físicos para empezar a observar los efectos favorables es a partir de 16 a 24 semanas de intervención, tiempo en que destaca puede observarse una respuesta significativa a la intervención que se ha propuesto.
• La adherencia podría mejorar si se emplea música durante la sesión.
• El entrenamiento de los «cuidadores» para facilitar la correcta supervisión del ejercicio realizado parece ser una estrategia de éxito comprobado a tener muy en cuenta.
• Las personas con enfermedad de Alzheimer y que son portadoras de afecciones cardiovasculares deben someterse a un examen físico antes de entrar en un programa de entrenamiento.