Mediante un adecuado plan de ejercicios personalizados, y supervisados por el oncólogo pediatra, se puede controlar el peso corporal del paciente, reducir el estrés, así como aumentar la energía y la flexibilidad.
Incluir la actividad física entre las necesidades terapéuticas de los pacientes pediátricos con cáncer reduce los efectos secundarios de la medicación, además, mejora entre 15 % a 20 % la condición física del niño con patología oncológica, según señala la Asociación Española de Pediatría, en Consenso con Programa Exercise is Medicine (2016). Al respecto, la Dra. Mirta Ortiz, del área de Promoción de la Actividad Física de la Dirección de Vigilancia de Enfermedades No Transmisibles, menciona que, al realizar ejercicios aeróbicos, se puede ayudar a reducir la anemia, porque posibilita un aumento natural del número de glóbulos rojos por intermedio del incremento de la hormona eritropoyetina. De esta manera, la fatiga crónica también disminuye, conduciendo a su vez, a mayor motivación y mejor estado de ánimo. La actividad física proporciona igualmente efectos psicológicos y sociales. Las sesiones de actividad apropiadas para la edad le permitirán divertirse, sentirse bien consigo mismo y conectarse con amigos, dado por el componente afectivo del movimiento. La depresión, que es otra manifestación a largo plazo del cáncer, también disminuye con el ejercicio físico e, inclusive, puede no ocurrir si la prescripción de la actividad física se realiza en etapas tempranas y, en caso que apareciera, será menos severa que en niños físicamente inactivos. Alteraciones en niños con cáncer Teniendo en cuenta que los niños afectados con cáncer pasan por uno o varios tratamientos, como cirugía, quimioterapia, radioterapia, inmunoterapia y trasplante de células madres, pueden posteriormente presentar retraso del crecimiento y desarrollo, disfunción cognitiva, disminución de la función neurológica, menor capacidad cardiopulmonar, secuelas músculo esqueléticas, náuseas, depresión, pérdida del apetito, dificultad para respirar, insomnio, cambios de humor y neoplasias secundarias. También, la condición física de los niños sufre un fuerte deterioro, debido a la reducción de la función cardiopulmonar, a la disminución de la fuerza muscular y consecuentemente fatiga fácil, que conducen a la atrofia del músculo esquelético (sarcopenia), por lo que incluir la actividad física es vital para el paciente pediátrico con patologías oncológicas. Ejercicios recomendados: - Aeróbicos (caminata, calistenia), reduce la fatiga crónica, las náuseas, la ansiedad, los trastornos del sueño y la depresión, además de aumentar la capacidad física. -De fuerza con flexiones, extensiones de los miembros superiores e inferiores y de resistencia sostenida de dichos segmentos (acostados o de pie), que disminuyen la fatiga crónica y la grasa corporal, así como la función cognitiva, la fuerza muscular y la autoestima conduciendo a una mejor calidad de vida en general. -Los que se realizan de pie (utilizando como carga el peso corporal de uno mismo) son cruciales para prevenir la pérdida ósea asociada con el cáncer, que podría ser muy perjudicial durante la infancia, etapa en que los huesos todavía se están formando. -Entrenamiento neuromuscular, para prevenir el déficit en el equilibrio después del tratamiento del cáncer. De esta manera, se minimizará el riesgo de caídas para limitar el número de fracturas, porque la mayoría de los niños con este padecimiento consumirá inmunosupresores que, frecuentemente, conducen a una mala reparación de cualquier lesión o fractura que pudiera ocurrir. Regla de oro La Dra. Mirta Ortiz resalta que la prescripción de actividad física adecuada para cada niño con cáncer depende de su médico oncólogo tratante, quien indicará el tipo, la frecuencia, duración y progresión aconsejables para el estadio y condición de enfermedad del paciente, en particular en colaboración estrecha con el profesional de educación física especializado en dicha labor.