Cada 14 de febrero se recuerda el día mundial de las cardiopatías congénitas. Corazones diferentes, reparados y con cicatrices que demuestran que detrás de esas marcas, la ciencia, el trabajo en equipo y, en los casos más severos, el “sí” a la donación de órganos, posibilitan mejorar la calidad de vida de niños y adolescentes.
Se tratan de enfermedades que alteran el funcionamiento correcto del corazón desde antes del nacimiento. En el hospital general pediátrico “Niños de Acosta Ñu”, de los cinco pacientes que requieren hoy un trasplante cardiaco, cuatro de ellos son a causa de esta condición. Las cardiopatías congénitas son las malformaciones más frecuentes en el recién nacido. Se calcula que, de cada 1.000 nacidos vivos, serán portadores de estas enfermedades entre 6 a 8 niños. No todos presentarán los mismos síntomas, y, la gravedad es variada. Existen malformaciones que se pueden controlar; sin embargo, el 1 % de ellas son casos complejos, con alta tasa de mortalidad, que requieren de asistencia rápida y manejo especializado, explica la Dra. Soledad Álvarez, cardióloga pediatra. La aparición de síntomas que el niño manifiesta durante su crecimiento, como la dificultad respiratoria al mamar, sudoración profusa, falta de ganancia de peso, irritabilidad, son indicadores de sospecha de la portación de una cardiopatía congénita. La detección a tiempo puede realizarse con una evaluación exhaustiva del pediatra y los estudios realizados por un profesional de cardiología con electrocardiograma, ecocardiografía, radiografía del tórax, además de otras pruebas diagnósticas. En ocasiones, las detecciones de anomalías cardíacas se realizan antes del nacimiento con ecocardiografía fetal. La Dra. Álvarez manifiesta la importancia de la evaluación del pediatra y la oportuna derivación a los especialistas para un mejor diagnóstico y tratamiento, y de esa manera evitar consecuencias irreversibles. Comenta que actualmente cinco pacientes se encuentran en lista de trasplante cardíaco, cuatro de ellos son portadores de cardiopatías congénitas. Tres se encuentran en sus hogares con controles mensuales y, la indicación de acudir al hospital ante la aparición de signos de alarma. La más pequeña tiene nueve meses de vida; el más grande, un joven a punto de llegar a la mayoría de edad, ingresó a quirófano para la reparación de una malformación del corazón, sin embargo, el tratamiento final es el trasplante. El cuarto niño se encuentra internado en la Unidad de Cuidados Intensivos Cardiológicos hace más de 100 días. Está conectado – al igual que otra niña de 14 años- a un dispositivo de asistencia ventricular, una máquina grande y pesada que cumple la función de bombear la sangre a todo el cuerpo. Su salida del hospital depende de un trasplante cardíaco. Desde el 2010, el departamento de cardiología del pediátrico registra más de 1.000 cirugías cardiacas y de 500 cateterismos, muchos de los casos a causa de cardiopatías congénitas. Corazones diferentes, reparados y con cicatrices que demuestran que detrás de esas marcas, la ciencia, el trabajo en equipo y, en los casos más severos, el “sí” a la donación de órganos, hicieron posible mejorar la calidad de vida de niños y adolescentes. “Llamamos a la consciencia de la ciudadanía con la donación de órganos, como lo hicieron en año anterior donde niños que fueron beneficiados hoy llevan una mejor calidad de vida, gracias a la solidaridad de las familias. Si les toca ese momento doloroso, hay gente que espera ir a su casa y dependen de la decisión del gesto altruista y de que se conviertan en nuestros héroes”, menciona la doctora como mensaje en honor a quienes tienen la posibilidad de vivir, pero dependen del “sí” a la donación de órganos.